La Medicina Tradicional China es una disciplina ancestral de búsqueda de la salud y la armonía a través del reequilibrio energético del cuerpo-mente. Es una medicina de los Golpes, el arte de restablecer la armonía funcional de los intercambios entre los diferentes Golpes (energía, IQ). El objeto de esta medicina energética es la regulación de los Golpes constitutivos y animadores del hombre dentro de los Golpes constitutivos y animadores del Universo. Lo que ha llegado hasta nosotros es el resultado de la integración y ordenación, en el curso de su evolución, de las diferentes filosofías con las que ha entrado en contacto y, en particular, con el pensamiento taoísta, la Escuela de Confucio y la Teoría de los Cinco Elementos.
Esta tradición considera el universo como un campo de energía, resultado de la interacción perfecta de los dos principios cósmicos fundamentales: Yin/Yang. Existe una visión holística y analógica del ser humano, según la cual la salud y el bienestar son consecuencia del equilibrio psicológico, energético, fisiológico y espiritual del hombre.
La observación y catalogación de las correspondencias ha llevado a la humanidad a lo largo de milenios a asumir un conocimiento exhaustivo de la realidad donde lo que sucede en el Macrocosmos (Cosmos) sucede en pequeño -por analogía- en el Microcosmos (Hombre).
A través de la comprensión del cosmos, del universo y de la naturaleza se llega, para el taoísmo, a la comprensión de uno mismo, del propio crecimiento individual. No hay dicotomía entre bien/mal, correcto/incorrecto, etc., los opuestos se convierten en aspectos equivalentes de una misma realidad/fenómeno, que los engloba en sí misma. Al cambiar el punto de vista del observador, cambia el valor ético-moral de la interpretación de cada acontecimiento. No existen valores absolutos, sino valores relativos al sistema/modelo tomado como medida de referencia.
En cambio, la concentración de la atención debe dirigirse a la observación de la naturaleza y sus manifestaciones, que es lo único que permite reconocer las características del Tao.
Y es la naturaleza la que sugiere la idea del Yin/Yang, las polaridades constituyentes del símbolo Tao, que representa el concepto más importante y característico del taoísmo.
La observación de la alternancia cíclica del día y la noche se relaciona simbólicamente con el lado sombreado y soleado de una colina, una única realidad que lleva en sí misma tanto la sombra como la luz, los opuestos universalmente unidos que eternamente se persiguen y alternan entre sí.
Cualquier síntoma físico o psíquico no es, por tanto, el signo de una dolencia localizada, sino la señal reveladora de un desequilibrio del organismo en su conjunto.
No sigue, por tanto, la tendencia a desmembrar los componentes individuales, a buscar lo cada vez más pequeño, perdiendo de vista la finalidad, la unidad: el Hombre y su equilibrio psicofísico, inmerso en el medio circundante.
Inserto en el Macrocosmos, el Hombre también se nutre del mismo flujo de energía vital, el Qi (Aliento), que fluye por el interior del cuerpo a lo largo de la red de meridianos, los canales invisibles que constituyen el sistema de conexión entre los órganos y las funciones vitales.
El Qi es el producto de la interacción del Yin/Yang y constituye la base del mundo de los fenómenos.
En el cuerpo humano, el Qi es el agente del movimiento y la transformación, el principio que mueve, calienta y protege contra las influencias externas.
A nivel psicológico, su libre fluir nos permite cambiar de estado, alternar diferentes emociones del trabajo al placer, de la actividad al descanso.
Así pues, la salud y el bienestar físico no son sino la consecuencia natural de la circulación armoniosa del Qi, mientras que sus desequilibrios favorecen la aparición de enfermedades.
Aquí es donde se manifiesta la originalidad del pensamiento taoísta: la oposición está ahí, como enseña la naturaleza, pero es relativa: la oscuridad sólo existe cuando se compara con la luz, y toda realidad nunca es absoluta.
La forma se genera a partir de lo informe, del mismo modo que la forma conduce a lo informe. Esta existencia anterior a la existencia, esta “falta de forma”, esta potencialidad aún no expresada, se designa con el término Tao, literalmente “la Vía”, la matriz del Universo.
Del oscuro misterio surge algo que se denomina el “WuJi”, el “no-polo”, el embrión de una existencia aún no polarizada y, por tanto, aún no diferenciada.
Por eso el símbolo es un círculo vacío. Este círculo vacío se rellena en el símbolo del TaiJi, “el gran polo”. Taiji es diferenciación presente en potencia, pero aún no en acción. Sigue siendo unidad, pero contiene en sí el germen de la división y, por tanto, del nacimiento. El símbolo da la idea de una marea que sube y baja, de la fusión del blanco en el negro y del negro en el blanco, de la unión en la oposición y, por supuesto, del movimiento.
En el centro de la zona negra (Yin) hay un punto blanco, al igual que en el centro de la zona blanca (Yang) hay un punto negro, para destacar cómo en cada uno de los dos componentes está contenido el germen del otro, al igual que en el solsticio de invierno, bajo la nieve, ya está viva la semilla de la exuberancia del verano. La inscripción de las dos mitades en un círculo transmite la idea de la íntima fusión de los dos aspectos, que juntos constituyen la totalidad de la vida.
El Tao gira y, al girar, se configura en perpetua e inevitable transformación.
Bibliografia:
Il libro della Medicina Tradizionale Cinese – Carlo Moiraghi – Fabbri Editore
Elementi di Medicina Tradizionale Cinese – J. Schatz C. Larre E. Rochat De La Vallèe Edizioni Jaca Book
Elementi di Medicina Tradizionale Cinese – F.Bottalo Rosa Brotzu – Edizioni Xenia
Medicina Cinese – Ted J. Kaptchuk – Red Edizioni
Medicina Tradizionale Cinese – M. Corradin C. Di Stanislao M. Parini Casa Editrice Ambrosiana
Teoria e pratica Shiatsu – Carola Beresford Cooke – ed. UTET