Están flanqueados por “exteroceptores” que proporcionan al cerebro información del entorno externo procedente de nuestros sentidos (vista, tacto, olfato, oído, sentido del equilibrio) e “interceptores” que son sensibles a las señales procedentes del interior del cuerpo y proporcionan información sobre las tensiones en los órganos internos y el dolor que pueden provocar.
Toda esta información llega al sistema nervioso central, donde se procesa una respuesta que se “devuelve” inmediatamente a los músculos, donde se traduce en la ejecución de movimientos poco extenuantes y coordinados; cuando se sufre una lesión (por ejemplo, un esguince de tobillo), las estructuras anatómicas que contienen los propioceptores pueden resultar dañadas. Esto reduce la calidad de la información que ese distrito envía al sistema nervioso central.
Algunos perciben el mundo principalmente a través de la vista, otros a través del oído y otros a través del tacto. La realidad suele percibirse por el canal predominante, que, en la cultura occidental, es la vista, seguida del oído.
Canal visual = ver
Canal auditivo = oír
Canal propioceptivo = tocar/sentir el cuerpo
Canal cinestésico = movimiento
Por lo general, no percibimos la diferencia entre una posición y otra; por ejemplo, tenemos poco conocimiento de las distintas sensaciones que sentimos al girar la cabeza hacia la derecha o hacia la izquierda, del mismo modo que no tenemos conciencia de nuestro cuerpo y de partes de él en el espacio. Deberíamos aprender, cerrando los ojos, a percibir los estímulos que nos llegan del entorno exterior, tomando conciencia de ellos. Debemos aprender a “sentir” la parte del cuerpo que se mueve y percibir su peso, su calor, su posición en el espacio. La autopercepción ayuda a tomar conciencia de todos los cambios, incluso los más pequeños, que se producen en el cuerpo.¿Qué sientes cuando mueves el brazo en una dirección? ¿Y en la contraria? Empieza a escuchar e intenta percibir las sensaciones de rigidez, contracción, relajación, calor y frío. Esfuérzate por sentir el cuerpo y comprender lo que quiere comunicarte.
Incluso en la respiración, hay micromovimientos que las vértebras individuales producen continuamente al respirar. Hay que empezar a tomar conciencia del cuerpo en el espacio; reeducar la actitud corporal, modificar los vicios posturales que se acentúan con el tiempo, evitar los movimientos repetitivos erróneos.
Hacemos tantos movimientos sin pensar: ¿cómo es posible? Nuestros patrones de movimiento se adquieren a lo largo de los años tanto consciente como inconscientemente; si analizamos estos movimientos conscientemente podemos sorprendernos porque nunca los hemos experimentado, si luego intentamos cambiarlos por nuevos patrones conscientes el camino puede ser largo y requerir muchos ejercicios de entrenamiento.
Cuando aprendemos un nuevo gesto, el cerebro descompone la secuencia de movimientos que hay que seguir y se centra en los detalles, inicialmente procedemos por ensayo y error, ver a alguien realizar los gestos que estamos aprendiendo acelera nuestro aprendizaje. Gracias a las “neuronas espejo”, (neuronas espejo identificadas por G. Rizzolati): estas células se activan al ver una determinada escena y preparan al cerebro para realizar los mismos movimientos que estamos observando.
La actividad de las neuronas espejo también se repetirá siguiendo el mismo patrón cuando el cerebro ordene a los músculos que se muevan. Cuando la tarea tiene éxito, el cerebro registra el éxito y durante las 6 horas siguientes trabaja para memorizar la secuencia exacta de movimientos realizada.
Y se consolida aún más si el gesto se repite en los días siguientes. El movimiento se vuelve más fluido y se puede trabajar para hacerlo más preciso. El refuerzo de la memoria de los gestos se ve favorecido por la información que llega al cerebro desde las articulaciones, los tendones y los músculos, ya que es ahí donde se encuentran los propioceptores que mantienen informado al cerebro de la posición del cuerpo.
Tomado de: www.my-personaltrainer.it