El hombre de hoy ya no parece saber cómo moverse, ya no es consciente de su movimiento. La calidad de la escucha y la de la audición también se está debilitando. En este contexto, el Tai Chi Chuan puede ofrecer la oportunidad de volver a ponerse en contacto con el Cuerpo “real”. Su propósito es promover la armonía, el conocimiento de los límites y el potencial del propio cuerpo para lograr un estado de bienestar y salud. Generalmente trabajamos en grupos, en contacto con nosotros mismos y con los demás. No hay límites de edad ni contraindicaciones.
Palabras clave:tai-chi, bienestar, movimiento
“El que puede unir el exterior con el interior también puede darse cuenta de la unidad integral de su ser” (Yang Cheng Fu).
Esta declaración contiene el secreto de una antigua disciplina del cuerpo, nacida en China y con orígenes marciales, que ha sabido transformar su práctica e identidad en una búsqueda de salud y conciencia.
En el Tai Chi Chuan se manifiestan armoniosamente algunos elementos fundamentales del pensamiento y la cultura china: el valor del cuerpo como unidad, la importancia del movimiento y la relación con la naturaleza. También hay que recordar el estrecho vínculo del Tai Chi con la filosofía taoísta, especialmente en referencia al aspecto más característico y significativo de esta filosofía: “la integración de los opuestos”, simbolizada por la relación de las dos polaridades o energías: Yin y Yang.
Fue Yang Cheng Fu (1883-1936), descendiente de Yang Lu Chan (fundador de una dinastía de Grandes Maestros y fundador del estilo más famoso y acreditado del mundo: el “Estilo Yang”) para intuir la importancia y los beneficios de la disciplina en un contexto distinto al marcial. Alrededor de 1930, Cheng Fu desarrolló y codificó una secuencia de posiciones móviles, “Da Jia” (en inglés “Gran Concatenación”), comúnmente llamada “Forma” o “Forma Larga – 108 Movimientos”.
El objetivo era hacer que el Tai Chi Chuan fuera accesible para personas de todas las edades.
La forma de Tai Chi se ha convertido, por lo tanto, en un ejercicio psicofísico caracterizado por una secuencia de movimientos lentos, armoniosos y circulares. Las posiciones de un movimiento son claras y sencillas de realizar. La estructura ha sido elaborada de tal manera que mantiene el cuerpo enraizado en la gravedad, centrado, bien alineado a lo largo del eje vertical, equilibrado. No hay nada abrupto, exagerado o rígido. No nos oponemos a algo o alguien, incluso si los movimientos reproducen las acciones del arte marcial (parar, repeler, golpear con un puño, golpear con una patada) sino que buscamos la superación de la tensión. Su práctica le permite equilibrar las energías internas, mejorar la alineación y la postura, promover la integración mente-cuerpo.
Su propósito es promover la armonía, el conocimiento de los límites y el potencial del propio cuerpo para lograr un estado de bienestar y salud, refinar y enriquecer la calidad del movimiento. Puede mejorar la circulación sanguínea, el ritmo cardíaco y el funcionamiento de todo el cuerpo (incluido el metabolismo).
El movimiento lento, continuo y coordinado ayuda a aflojar las articulaciones y restaurar el tono muscular. Al realizar los movimientos de la “Forma” en una secuencia de perfecta unidad similar a una danza, el cuerpo es como un pequeño universo en continuo movimiento sobre sí mismo y en el espacio, con su propio ritmo y coordinación. De esta manera se logra una unidad consciente de la totalidad de uno en relación continua con el interior y el exterior. Esta “Danza del Guerrero” o “Meditación en Movimiento” se realiza comúnmente en silencio. Es el Cuerpo el que habla. La concentración es constante.
Generalmente trabajamos en grupos, en contacto con nosotros mismos y con los demás. No hay límites de edad ni contraindicaciones de ningún tipo. Está dirigido tanto a jóvenes como a ancianos.
¿Puede el uso y aprendizaje de la Forma – Tai Chi, nacida en una cultura y en un contexto social muy diferente al occidental y en una época muy lejana a la nuestra, ser actual y constituir un estímulo para el hombre de hoy? ¿En qué área puede afectar? ¿Cómo?
El progreso ha mejorado la calidad de vida, pero al mismo tiempo ha hecho que la gestión del espacio y el tiempo sea cada vez más agitada. En este frenesí, los ritmos arremolinados de hoy involucran y, a veces, alteran de tal manera que alteran y cambian la relación espacio/tiempo. Quienes se arriesgan a pagar las consecuencias son el cuerpo que se vuelve cada vez más virtual y cada vez menos real.
El hombre de hoy ya no parece saber cómo moverse o más bien ya no tiene conciencia de su movimiento. No mide las acciones que realiza partiendo de sus posibilidades reales y sus límites (entendidos como libertad y no como coacción), sino que tiende a transgredirse en una “actividad” motivada por empujones y estímulos, a menudo, mucho mayores que él, que son fruto más de su mente que de su cuerpo. Actúa, a menudo y voluntariamente, mecánicamente, desprovisto de naturalidad, espontaneidad y con comportamientos estereotipados. Parece estar inmerso en un contacto cotidiano y constante con un espacio y un tiempo diferentes al actual. Una realidad virtual, esta, que lo está alejando de sí mismo y que puede generar la pérdida del sentido del aquí y ahora, del sentido de la existencia (estar en el tiempo y en la realidad actual).
El hombre moderno ya no parece ser dueño de su propia acción. Ya no puede detenerse. La calidad de la escucha y la de la audición también se está debilitando. Más que expresar un movimiento libre y espontáneo, parece ser un prisionero de su cuerpo en su cuerpo.
En este contexto, el Tai Chi Chuan puede ofrecer la oportunidad y constituir una oportunidad válida para reconectarse y volver a ponerse en contacto con el Cuerpo “real”. Sin embargo, el enfoque de este aprendizaje también debe incluir un trabajo más amplio y general sobre el movimiento y las leyes que lo gobiernan. Un estudio profundo e introspectivo. Una investigación que aborda todos aquellos elementos y aspectos del Cuerpo y del Cuerpo que se mueve. Un trabajo que abre las puertas a la funcionalidad de las acciones y es un campo de conocimiento y conciencia.
Debe aprovechar la escucha y la atención para desarrollar la capacidad de sentir y sentir, requisitos previos indispensables para lograr el cambio.
Un cuerpo que aprende a dar el paso tan largo como la pierna, procediendo gradual y lentamente. Un cuerpo capaz de ralentizar su movimiento hasta detenerse. Estar centrado, estable, bien conectado con la tierra. Unirse dentro de uno mismo y libre para orientarse y orientarse y orientarse hacia el exterior. Consciente de lo existente. De esta manera, el pensamiento y la acción se integran y complementan entre sí dentro de límites reales y ya no virtuales.
Por lo tanto, un aprendizaje centrado en el estudio del movimiento hace que el cuerpo sea consciente de estar y estar en el espacio, permitiéndole tomar nota de su fisicalidad y transformarlo en “Presencia”.
De esta manera, la actividad se lleva a cabo respetando el cuerpo y su potencial motor, estimula la atención y la escucha, aprovecha la relajación muscular y la libertad de las articulaciones. Se relaciona con un sentimiento profundo. Te permite resaltar tu originalidad también a través del desarrollo de la creatividad. Todo ello para establecer una relación motora continuamente renovada con el espacio y conseguir habilidades motoras eficaces y funcionales.
Un curso de formación, en este sentido, trata temas como la estática y la dinámica, la movilidad y la inmovilidad, la exploración del movimiento libre y codificado, la calidad del propio movimiento. Esto requiere una metodología dividida esencialmente en dos fases.
Una fase “propedéutica”, en la que se realiza el conocimiento y estudio de las leyes fundamentales que rigen el movimiento y el espacio (el eje, el peso, el centro, la relación con la gravedad, la coordinación centro-extremidad, la orientación en el espacio, el esquema corporal, etc.). Una fase de aprendizaje de la Forma es Tai Chi-108 Movimientos, a través del estudio de las tres Partes (Tierra, Hombre, Cielo) y la ejecución repetida y constante de secuencias de movimiento, caracterizadas por las acciones alternativas y complementarias del Yin y el Yang.
Para concluir, una pedagogía del movimiento que se desarrolla de acuerdo con los principios de una disciplina real del cuerpo, integrando la cultura oriental y la cultura occidental, puede representar una forma alternativa de lograr y facilitar el retorno al cuerpo.
Fuente: Aspic
Bibliografía
Blandine Calais-Germain, Anatomía del movimiento, Vol. 1, ed. El arquero.
Blandine Calais-Germain y Anure Lamotte, Anatomía del movimiento, Vol. 2, ed. El arquero.
Catherine Despeux, Tai ji quan: arte marcial técnico de larga vida, ed. Mediterranee.
Jacques Dropsy, Viviendo en tu cuerpo. Expresión corporal y relaciones humanas, Octavian.
Moshe Feldenkrais,Conoscere si attraverso il movimento, Celuc: Milano.
Roger Garaudy (1985), Danzare la vita, Cittadella: Asís.
Jou Tsung Hwa, Il tao del tai chi chuan, ed. Ubaldini.
James Kou, Tai chi chuan, editor de Luni.
De Liu, Tai chi chuan y meditación, ed. Ubaldini.
Grant Muradoff, Tai chi chuan disciplina del movimiento para la búsqueda del “yo”, ed. Mediterranee, voll. 1, 2, 3.
Alba G.A. Naccari, Persona y movimiento. Para una pedagogía de la encarnación, Armando editore.