¿Estresado? Prueba el Tai Chi

Más que un deporte, es una búsqueda. Física y espiritual. Y el resultado, para quien lo practica, es evidente: bienestar del cuerpo y de la psique. El Tai Chi Chuan es una práctica muy antigua que procede de China y es la base de muchas disciplinas de combate, como el kárate, el judo y el kung fu. Resulta extraño pensar que existe un estrecho parentesco entre las artes marciales y estos movimientos lentos, que se asemejan a una danza. Sin embargo, es así: los gestos armoniosos son estocadas y paradas, golpes y protestas. Pero la lucha no está ahí. O mejor dicho, no se ve.

Tiene lugar en el interior de quienes practican Tai Chi, cada día, y en el interior de cada uno de nosotros, a través de la oposición entre energías opuestas y complementarias, lo masculino y lo femenino, el yin y el yan, que deben integrarse entre sí. El equilibrio energético es el objetivo del Tao, la filosofía oriental en la que se basa el Tai Chi Chuan. “T’ai Chi significa ‘primer principio’, Chuan ‘arte marcial interno’. Interno porque actúa dentro de nosotros, sobre el Chi, la energía vital. El objetivo no es el rendimiento de los músculos, sino el control del pensamiento. Y la búsqueda del equilibrio se consigue a través del movimiento y la interacción de los diferentes sistemas de nuestro cuerpo. Las contracciones y expansiones del sistema muscular actúan sobre el metabolismo y la psique”, explica Franco Mescola, profesor.

No se necesita equipamiento. Todo lo que necesitas es un vestido cómodo y zapatos planos. Nosotros utilizamos un kimono blanco”. Los beneficios se notan si la práctica es constante y diaria”, explica Gabriella Banfi, arquitecta. En su tiempo libre, practica Tai Chi Chuan desde hace más de 20 años y lo enseña en Monza. Hay efectos más fuertes, otros más sutiles. Me he librado de dolores de cabeza furiosos. Pero la práctica transforma a las personas suave y gradualmente. Físicamente, mejora la postura, la coordinación, la elasticidad de articulaciones y tendones, la relajación y el tono muscular’.

Algunas personas también lo utilizan como herramienta de rehabilitación. “Hace ocho años tuve un accidente de coche. Practicar Tai Chi Chuan me ayudó a recuperar el equilibrio. Por dentro y por fuera”, dice Irene, enfermera profesional. Me da una tranquilidad que llevo a mi vida diaria. En mi trabajo, en mis relaciones con los demás. He aprendido a vivir el momento y a afrontar lo que ocurre con más paciencia”.

Testimonio
‘Así es como vacío mi mente de competiciones’
Francesco Conti, de 43 años, llegó al Tai Chi por casualidad. Concertista y profesor de piano en el Conservatorio de Piacenza, hace cinco años buscaba un deporte para mantenerse en forma. Fue un descubrimiento. Y me benefició en términos de concentración. Me ayuda a controlar mis movimientos, que solían ser bruscos, nerviosos. Con el Tai Chi, un poco como con el piano, repites el gesto, lo perfeccionas. Y al mismo tiempo ralentizas la mente, la vacías. Aprendes a centrarte en ti, te anclas a la tierra. Y no pierdes este arraigo, incluso moviéndote entre el ataque y la defensa, en un juego de oscilaciones continuas y búsqueda del equilibrio”. Conti practica con un profesor y sola, en casa, dos o tres veces por semana. “Se lo recomiendo a todo el mundo. Incluso a los jóvenes, siempre que tengan perseverancia. Y que no tengan ganas de competir ni de demostrar nada a nadie”.

Entrenamiento
‘Lento en el curso, brillante en el trabajo’
El Tai Chi entra en la empresa como herramienta de formación. “Ayuda a la gente a controlar la ansiedad y mantener la calma. Y también desarrolla las relaciones interpersonales y la inteligencia social”, explica Mescola, entrenador en iniciativas sociales, por ejemplo en cárceles de Venecia. Pero también en el Actors Studio de Nueva York, para la escudería Ferrari y en Bocconi.

“Mejoras la intuición. Y aprendes a luchar sin querer ganar, a ceder sin querer perder. Conocer la propia agresión y gestionarla en un contexto social». Un curso introductorio de tres horas, para un cierto número de participantes, cuesta 300 euros. Una inmersión total de seis días, con tres seminarios de 12 horas, un profesor titular y un asistente, puede costar a la empresa unos seis mil euros.

Fuente: Millonario de octubre de 2008.

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